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Después de casi dos meses de viaje ya estoy de vuelta en casa con el mal trago del fin del viaje pero con el buen sabor de boca de la victoria de la selección en el mundial.

Los partidos me han pillado en sitios tan dispares como Bali, Singapur, San Francisco o Nueva York; con diferentes formas de vivir el futbol pero con un sentimiento común.

En Marruecos antes del mundial me chocó el amor que le tienen al deporte rey como una válvula de escape a la realidad, de hecho me preguntaban si era del Madrid o del Barcelona siempre que hablaban conmigo. Todos los chiquillos llegaban camisetas de equipos de mayor o menor calidad dependiendo de su estatus social.

El primer partido de España me cogió en Kuta, que viene a ser la versión cutre salchichera del sur de Tenerife pero en Bali, después pasar por un par de bares con las cervezas a precios desorbitados decidí ver el partido en un McDonalds rodeado de balineses. La pasión era tremenda, vivían la roja como si fuera su propia selección aunque al día siguiente un taxi balines cuando le dije que España me dijo “Spain yesterday, are you cry?” pero por suerte ese partido sólo fue un piedra en el camino.

El partido contra Honduras me pilló el día del vuelo de Singapur a Hong Kong y estaba en la tesitura de dormir tres horas o ver el partido y desgraciadamente el cansancio pudo conmigo.

Cuando España jugó contra Chile estaba en un hostel en San Francisco sin ningún español con el que cantar los goles pero era curioso ver gente de tantas naciones en aquel sótano pendiente de una pelota a miles de kilómetros de distancia.

Viajando de San Francisco a Miami me encontré con las caras triste de muchos ingleses que a pesar de la derrota llevaban puesta la blanca con mucho orgullo y con unos cuantos alemanes con una sonrisa de cabo a rabo, así es el fútbol.

En Miami disfrute de la antesala de la final con un ambiente más latino, con los comentaristas de Univisión que son más malos que pegarle a un padre con un calcetín sudado lleno de monedas.

Y llegó el día de la final en el último día del viaje, y vaya manera de acabar el viaje… las calles de Nueva York estaban teñidas de rojo con algún naranjito que otro.

En Nueva York cuando les decía que era español me felicitaban como si fuera uno de la roja, no es que no mole ser español pero esa semana molaba más. Tuve que ver el partido en las escaleras de un pub rodeado de holandeses que bebían Heineken alegremente hasta llegar a la prórroga que me tuve que ir al hostel a buscar la mochila.

Por suerte llegué a tiempo de ver el gol de Iniesta y de ver como levantaban la copa Casillas.

En el metro de la gran manzana se escuchaba a mucha gente gritando “campeones, campeones, oeoeoe” como si estuviera en el metro de Madrid en vez del de New York, al llegar al aeropuerto era fácil encontrar el vuelo de Air Europa ya que iba una marea roja abordo.

Cuál fue mi sorpresa cuando al entrar en el avión de vuelta a Madrid me encontré con esto:

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Tras siete horas y pico de vuelo llegamos a Madrid Barajas y el comandante anunció por los altavoces “Bienvenidos a Madrid Barajas capital de los campeones del mundo del futbol”.

Perdón por la inactividad del blog a la gente que ha estado pendiente, a partir de hoy Tremendo Viaje volverá a un ritmo de publicación normal.