Después de tomar el tazón de sopa y recuperado del black water rafting me di cuenta que no tenía nada en el coche para cenar, ni unos tristes noodles y una lata de atún, así que le dije a Jon (el chico vasco que conocí en la actividad) que si quería ir al New World (el mercadona de Nueva Zelanda) para comprar «algo».
Nos subimos en el kiwi móvil y fuimos raudos hasta el pueblo a comprar víveres para la noche. El New World de Te Kuiti estaba bastante muerto apenas habían cinco personas comprando en todo el súper.
Cuando estaba comprando unas patatas fritas me encuentro con que la marca de las patatas se llamaba ETA y que en la etiqueta trasera ponía «ORGULLOSOS DE NUESTRO PRODUCTO DESDE LOS 70» a mi me resultó un poco WTF.
Después de comprar las provisiones habituales nos encontramos con la nevera de las cervezas, si bien la comida de perros en los supermercados de Nueva Zelanda tiene refrigeradores como los que tienen los yogures en España, las cervezas tenían una cámara frigorífica del tamaño de mi dormitorio en casa.
Saben esas cámaras frigoríficas donde encierran los mafiosos a los inocentes en las pelis para que mueran congelados, pues de ese estilo era.
Finalmente nos decidimos por la cerveza más barata, la Ranfurly, que estaba de oferta a un dólar (0,55€) la lata de 440ml todo un chollo en las antípodas.
Un cuarto de hora después ya estábamos de vuelta en la hostel/guest house del rafting y empezamos a cocinar unos spaguettis.
La verdad que esa cena en el hostel parecía un chiste porque éramos una griega, un austríaco, un francés, un vasco y un canario. Personas tan dispares que en la vida nos hubiéramos conocido allí estábamos preparando la cena juntos.
Jon conoció a sus dos compañeros de viaje (Sylvain y Hannes) mientras estaba de Erasmus en Bath y después de unos años para preparar y decidir la aventura se embarcaron en este viaje, yo los conocí en el ecuador del viaje y ahora andan por Latinoamérica.
La chica de la cual no recuerdo el nombre llevaba casi un año viviendo en Australia con una working holiday visa y nos estuvo hablando de su novio y su extraña filosofía de vida toda la noche, me imagino que la pobre chiquilla se sentía intimidada con tanto hombre alrededor y por eso nos lo recordaba tanto; yo en su caso a lo mejor me hubiera dado cosica o no vete tu a saber…
Es la noche de la que posiblemente tenga mejores recuerdos tengo del viaje, supongo que son las pequeñas cosas que con el tiempo se hacen grandes ya que me pasé viajando solo los dos meses y quitando las visitas a mis amistades canarias como Reena (que me acogió en Singapore) o Javier Sampedro (un chicharrero* que vive en Hong Kong) siempre estuve solo durante el viaje.
18 cervezas después nos fuimos cada uno a su cama después de muchas risas y historias de las que no recuerdo muchos detalles pero que me dejaron un buen sabor de boca.
Nota: el título de esta entrada viene por una noticia que ha salido en el Guardian (períodico inglés) que comentaba hoy Paco Nadal en su blog sobre los ingleses que van de Gap Year a ponerse hasta el ojete de todo.
CHICHARRERO: Habitante natural de Santa Cruz de Tenerife aunque se suele extender a los habitantes de la isla por defecto.
He leído ese artículo…
Hoy en día viajar ya no se reserva exclusivamente a los que tienen más dinero o a los que son excesivamente valientes. Al ser una actividad para todos, obviamente han tenido que surgir nuevas maneras de viajar.
Hay quien busca lo que tiene en casa en la otra punta del mundo y otros, que van a la búsqueda de escenarios dieferentes. Y estos ocurre con la gente de TODAS las edades, no sólo con los jóvenes, por eso me fastidia un poco que se diga que este tipo de viajero existe sólo en la juventud. Seguro que has visto grupos de señores y señoras españolas de mediana edad pidiéndose comida lo más española posible en un restaurante en la otra punta del mundo… pues eso.
Hace poco he estado por Europa del este y me he encontrado con muchos mochileros que no iban en busca de fiesta y sexo. ¡No todo está perdido!